31 cuentas de Instagram para conocer la vida de lujos y excesos del narco
El narcotraficante mexicano José Rodrigo Aréchiga Gamboa, mejor conocido como el Chino Antrax –uno de líderes del cártel de Sinaloa–, fue capturado por la Interpol en Holanda a partir de las pistas que sus fotografías en redes sociales le dieron a las autoridades.
Como ésa, existen diversas notas en las que se confirma que las cuentas de Instagram de algunos narcotraficantes a nivel mundial han sido el gancho a través del que fueron rastreados hasta su captura. Por esta razón, se deduce que los narcomillennials, a pesar de haber heredado una mina de oro, crimen y muerte, no serán capaces de controlar y mantener el ilícito legado de sus padres. Se puede concluir, incluso precipitadamente, que los requerimientos de nuestra contemporaneidad visual arrastrarán a estos herederos hacia el declive.
De hecho, el narcogram –como se ha nombrado a dicha tendencia estética dentro del despilfarro gráfico de la violencia– es un fenómeno que sólo a la nueva generación de narcos se le pudo haber ocurrido a partir de una práctica poco medida, y que podría marcar el antes y el después del liderazgo de los grupos más influyentes del tráfico de drogas en México y otras partes del mundo.
La problemática principal no gira alrededor del descaro y la irresponsabilidad para publicar este tipo de contenido, sino de la normalización de la violencia que tanto estos usuarios como todos los que conocemos y seguimos sus cuentas promovemos. El conflicto de estas imágenes no radica en la autodenuncia de su negocio, sino en la urgencia que está detrás de sus publicaciones; es decir, la devoción y asombro que los usuarios comunes hemos demostrado ante el peculiar estilo de vida y la necesidad de canonizar sus representaciones exuberantes con Instagram de por medio.
El hecho de scrollear decenas de fotografías en las que aparecen armas, autos de lujo, animales exóticos, relojes de cientos de dólares, fajos de billetes o paquetes de cocaína, nos convierte –en buena medida– no sólo en espectadores del crimen, también en agentes de la creciente y perjudicial interiorización de la narcocultura, de la cotidianidad irreverente que pretendemos en el actuar sin normas.
Bajo las herramientas de comunicación #narcogram, #narcostyle o #narcowomen es posible encontrar aún imágenes de esta naturaleza; capturas que transmiten un sentimiento de vida fácil, usual adrenalina y satisfacciones inmediatas en contextos de un terror tan sistematizado, que devienen aparentemente en felicidad comprada a cualquier coste.
La prueba de esto se encuentra en las 31 cuentas de Instagram, recopiladas por All That Is Interesting, en las que hombres y mujeres relacionados con el drugdealing (o que por lo menos pretenden sumarse a ese juego de imágenes) postean todo tipo de contenido explícito sobre el lujoso estilo de vida que llevan. Todas estas fotografías pertenecen –en la ficción o en la realidad, en la aspiración o en el culto– a los cárteles mexicanos, sus parejas y a la mafia en general.