A partir de entonces, el encuentro se comenzó a llevar a cabo de manera regular cada año, llamando la atención por sus cabezas de cartel, que normalmente serían artistas indie como Beck, Tool o Rage Against the Machine, pero también por la posibilidad de traer de regreso a los escenarios a artistas que ya no estaban en activo.
Así, el mundo entero vio cómo en ese escenario se reunían vacas sagradas del rock como Siouxsie and the Banshees, Iggy Pop and the Stooges, Pixies o Bauhaus, entre otros, lo que dio al festival un impulso y una reputación importantes.
Con el paso de los años y las recomendaciones de boca en boca, el festival se comenzó a hacer popular no sólo entre la audiencia norteamericana, sino de varios puntos del mundo, quienes se daban cita en este punto geográfico para disfrutar de la oferta musical de Coachella.
Sin embargo, con la popularidad que el festival fue adquiriendo, sus organizadores tuvieron que comenzar a dar paso a una apertura aún mayor de su oferta musical.
Así, en las siguientes ediciones de Coachella comenzamos a ver más artistas de rap y de música electrónica, destacando las presentaciones de headliners como Madonna, Daft Punk, Lady Gaga o Beyoncé, hasta que en 2019 el festival celebró su vigésimo aniversario anunciando una oferta tan variada como podría ser la de Childish Gambino, Tame Impala y Ariana Grande, o la del año 2022 -después de dos años de parón, causado por la pandemia-, encabezada por Harry Styles, Billie Eilish, Kanye West y Swedish House Mafia.
A principios de 2023, cuando los organizadores del festival dieron a conocer su oferta para este año, que incluía como cabezas de cartel a Bad Bunny, Frank Ocean y las coreanas Black Pink, el anuncio provocó todo tipo de reacciones, desde los que celebraban la presencia de algún artista en particular, hasta los -no pocos- que consideraban que este es el peor cartel de Coachella en años.