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¿Es tan malo el libre comercio como dice Donald Trump?

1cnxadmin
enero 20, 2017
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Reino Unido está dejando la Unión Europea, aunque en su discurso de esta semana, la primera ministra británica, Theresa May, prometió impulsar el “comercio más libre posible” con los países europeos y firmar nuevos acuerdos con otras naciones en todo el mundo.

El presidente electo de EE.UU., Donald Trump, ha planteado la posibilidad deabandonar varios acuerdos comerciales, en particular el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con México y Canadá (NAFTA, por sus siglas en inglés).

Incluso la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha propuesto nuevas barreras a las importaciones.

En Europa, las negociaciones comerciales con Estados Unidos y Canadá han tropezado con dificultades, lo que refleja las preocupaciones del público sobre el impacto en el empleo, el medio ambiente y la protección del consumidor.

También se han estancado las negociaciones de liberalización del comercio mundial conocidas como la Ronda Doha de la OMC.

Adam Smith, el economista escocés del siglo XVIII que muchos ven como el fundador de esa ciencia, estaba a favor del libre comercio.

Pero fue otro escritor británico, David Ricardo en el siglo XIX, quien expuso el concepto de la ventaja comparativa, que sustenta gran parte de los argumentos que piden un comercio más libre.

No se trata de que los países puedan producir más barato o eficientemente que otros. Usted puede tener una ventaja comparativa haciendo algo incluso si es menos eficiente que su socio comercial.

Cuando un país mueve recursos para producir un bien en mayor cantidad, ocurre lo que los economistas llaman un “costo de oportunidad“, que indica cuánto menos de otro bien se puede producir.

Usted tiene una ventaja comparativa en la fabricación de un producto si el costo en ese sentido es menor que en otro país.

Si dos países comercian sobre esta base, concentrándose en bienes donde tienen una ventaja comparativa, ambos pueden beneficiarse.

Otra razón por la que los economistas tienden a mirar con recelo las restricciones comerciales proviene de un análisis del impacto cuando los gobiernos imponen barreras -en particular aranceles o impuestos– sobre las importaciones.

Hay ganancias por supuesto. Las empresas y los trabajadores que están protegidos pueden vender más de sus productos en el mercado doméstico.

Pero los consumidores pierden al tener que pagar un precio más alto (y los consumidores en este caso también pueden ser empresas, si compran los bienes protegidos como componentes o materias primas).

 

El análisis tradicional dice que esas pérdidas suman más que las ganancias totales del proteccionismo.

Por lo que la teoría económica indica que es mejor evitar el proteccionismo.

Y esta conclusión es independiente de lo que hagan otros países. El economista francés Frederic Bastiat, del siglo XIX, lo expuso así:

“No tiene más sentido ser proteccionista porque otros países tienen aranceles; es como bloquear nuestros puertos porque otros países tienen costas rocosas”.

La conclusión lógica de ese argumento es que la liberalización unilateral del comercio tiene sentido.

Una teoría más reciente de lo que impulsa el comercio internacional examina lo que se conoce como economías de escala, donde cuanto más produce una empresa de algún bien es más bajo el costo de cada unidad producida.

La especialización asociada puede hacer que el comercio sea beneficioso para economías que son por lo demás muy similares entre sí.

Esta área es conocida como la nueva teoría del comercio y el premio Nobel estadounidense Paul Krugman fue una figura importante en su desarrollo.

 

La idea básica de que es bueno tener un comercio más libre ha respaldado décadas de cooperación internacional en materia de política comercial desde la Segunda Guerra Mundial.

El periodo desde 1945 se ha caracterizado por una reducción gradual de las barreras comerciales.

Ocurrió en el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio, que comenzó su vida en 1948 como un foro para que los gobiernos negociaran aranceles más bajos.

Inicialmente pocos países eran miembros, pero para el momento en que fue reemplazada por la Organización Mundial del Comercio en 1995, la mayoría de los países se habían unido a la institución.

La motivación era terminar o reducir el proteccionismo o las barreras al comercio que aparecieron en la década de 1930.

Generalmente no se cree que esas barreras causaron la Gran Depresión, pero muchos piensan que la agravaron y prolongaron.

El proceso de liberalización del comercio después de la guerra fue impulsado en gran medida por un deseo de concesiones recíprocas (un mejor acceso a los mercados de otros a cambio de abrir los suyos).

Los argumentos en contra

Pero, ¿cuál es el argumento en contra del libre comercio?

El primero y principal es el que asegura que el libre comercio crea perdedores tanto como ganadores. Lo que sugirió la teoría de Ricardo fue que todos los países que participan en el comercio podrían beneficiarse.

Pero su idea no abordó la cuestión de si el comercio podría crear tanto perdedores como ganadores dentro de los países.

Los suecos ganadores del premio Nobel Eli Hecksher y Bertil Ohlin, seguidos por el estadounidense Paul Samuelson, hicieron avances sobre la idea básica de la ventaja comparativa parademostrar que el comercio efectivamente podría llevar a que algunos grupos dentro de un país salieran perdiendo.

Dicho de manera muy breve, si un país tiene una oferta relativamente abundante de, por ejemplo, mano de obra poco calificada, esos trabajadores ganarán mientras que perderán sus contrapartes poco cualificadas en países donde esa mano de obra es menos abundante.

Ha habido un debate sobre si este enfoque se ajusta a los hechos, pero algunos lo ven como una explicación útil de cómo, por citar un caso, los trabajadores industriales estadounidenses han sido afectados negativamente por el aumento de la competencia de países como China.

Un grupo de economistas que incluye a David Autor, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus iniciales en inglés), analizaron el impacto en áreas donde la industria local estaba expuesta a lo que ellos llaman el “shock de China“.

“El ajuste en los mercados laborales locales es notablemente lento, con los salarios y las tasas de participación en la fuerza de trabajo permaneciendo deprimidas y las tasas de desempleo manteniéndose elevados durante al menos una década después del choque comercial en China.

“Los trabajadores expuestos experimentan mayor inestabilidad laboral y ven reducidos sus ingresos de por vida“, concluyeron.

Compensación de los perdedores

Ahora bien, si se acepta que los países ganan en general, los ganadores podrían en principio compensar plenamente a los perdedores y aún salir beneficiados del libre comercio.

Esos programas existen. Por ejemplo, en algunos países hay subsidios de desempleo que ayudan a personas que han perdido su trabajo por la competencia extranjera.

Estados Unidos tiene un plan que está especialmente dirigido a las personas que se quedaron sin empleo como resultado de las importaciones, llamado Asistencia para el Ajuste al Comercio.

 

 

¿Alcanza? Pero, ¿es suficiente? Lawrence Mishel, del Economic Policy Institute, un grupo de expertos en Washington, escribe:

“Los ganadores nunca han tratado de compensar por completo a los perdedores, así que dejemos de decir que el comercio nos beneficia a todos“.

En cualquier caso, no está claro que la compensación por sí sola sea suficiente.

Como señaló Mark Carney, el jefe del banco central británico, estas víctimas de la globalización pueden perder no sólo sus empleos sino también “la dignidad del trabajo”.

Carney está interesado en mantener los mercados abiertos para el comercio, pero reconoce la necesidad de hacer algo sobre lo que podríamos llamar los efectos secundarios.

 

Para volver a los acontecimientos políticos recientes, Donald Trump obtuvo el claro apoyo de muchas personas que se consideran perjudicadas por el libre comercio en las zonas de EE.UU. donde la industria ha declinado.

No sabemos todavía cómo abordará esas cuestiones cuando ocupe su lugar en la Casa Blanca.

Tal vez sus amenazas de introducir nuevos aranceles sean sólo eso, amenazas.

Pero la tendencia de posguerra hacia un comercio internacional más liberalizado parece más incierta de lo que ha sido durante muchos años.

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