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“Si el infierno existe, ahí estaba”: crudo relato del incendio en la Guardería ABC a 13 años de la tragedia

“Si el infierno existe, ahí estaba”: crudo relato del incendio en la Guardería ABC a 13 años de la tragedia

redaccion
By redaccion
junio 05, 2022
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A las 14:45 horas del 5 de junio de 2009, una de las tragedias más fuertes de México se desató en el estado de Sonora. Ese día, 49 infantes fallecieron y otros 104 resultaron lesionados en el incendio producido en una guardería subrogada del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Hermosillo, un incidente que la propia Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ha calificado como “un ejemplo paradigmático de la situación de inseguridad, incumplimientos e irregularidades que prevalecían en prácticamente todas las guarderías”.

“La Guardería ABC”, como se hacía llamar el lugar, realizaba sus actividades de manera normal hasta que la bodega que se encontraba a un lado comenzó a incendiarse. Las investigaciones hechas por el gobierno mexicano dieron a conocer que el recinto compartía uno de sus muros con una bodega de la Secretaría de Hacienda del estado, “la cual era utilizada para almacenar placas vehiculares, estantes, muebles, escritorios, sillas de madera y documentos, calculándose que la bodega almacenaba más de 5000 kilogramos de material sólido combustible”.

El fuego atravesó el muro y atacó a los menores sin piedad. Muchos de los lesionados tenían entre el 60 y 80% del cuerpo quemado y sus padres llegaban en olas de desesperación a las afueras del lugar. Jesús Díaz Ruelas, uno de los bomberos que acudió al llamado, relató a El Imparcial que fue uno de los primeros en entrar en el recinto y solicitó a quienes estaban dentro que se agacharan y tocaran a los niños con la mano para evitar pisarlos.

“Muchas personas con los pies tocaban los cuerpos de los niños (…) empiezo a decirles que vayan sacando a los niños como puedan”, detalló. Tan pronto como comenzaron a sacar a los menores, el bombero se percató de que la mayoría se encontraban muertos. “Yo recuerdo que en ese cuarto había unos 40 bebés que estaban acostados sobre su tatami. El primer niño que yo tomo en mis brazos estaba pegado a la puerta. A simple vista se veía que había fallecido, tenía su abdomen duro y su mirada estaba perdida, no había ningún movimiento”.

Los cuerpos no dejaban de salir. Uno a uno, los menores asfixiados por el humo eran retirados del lugar. En total, 25 niños y 24 niñas perdieron la vida; mientras muchos de los lesionados aún luchan con las secuelas físicas, psicológicas y emocionales del incendio a 13 años de la tragedia.

“Si el infierno existe, ahí estaba”
El terror no terminó en el inmueble quemado. Luego de sacar a las víctimas de los salones hubo que trasladar la tragedia a los hospitales. Poco se sabía de los sucedido hasta que unos años después la psicóloga Olga Lizet González Domínguez compartió el testimonio de cómo vivió ese día desde el Hospital General del estado, a donde fue llamada para apoyar.

La mujer entró al hospital. Todo parecía tranquilo hasta que un residente de psiquiatría se acercó a decirle: “Esto está horrible, me tuve que tomar un calmante. Nunca nos entrenaron para esto”. El caos anunciado por el caminante del nosocomio no tardo en aparecer cuando fue asignada al C4.

“Si el infierno existe, ahí estaba (…) el C4 es la morgue”, escribió en sus redes sociales. Fuera del recinto, los padres de familia comenzaban a llegar. La cantidad de gente obligó a los elementos de seguridad a colocar vallas para evitar que la gente entrara por la fuerza y, ante el impedimento de ingresar por su propio pie, muchos de ellos se ponían a rezar.

25 niños y 24 niñas fallecieron en el incendio FOTO: Especial
A Olga le dieron un solo trabajo: salir ante los padres y “anunciar en voz alta el nombre de la niña o niño identificado”. Ella sabía lo que implicaba la encomienda, pero nunca esperó que las reacciones de los padres le doblarían las entrañas. “Al decir el nombre se escuchaban gritos, la gente se abría en una valla para dar paso a los papás del bebé que se había nombrado, los familiares no podían ni avanzar, no podían ni caminar, se desmayaban en el camino, todavía me preguntaban: ‘¿está muerto?'”, relató.

Una vez que habían pasado ese primer y crudo filtro, los padres se veían obligados a ver cada foto de los niños ingresados en el hospital para confirmar que su pequeño había sido identificado.

Un bebé quemado
Una vez hecho el trámite había que pasar a la identificación de los cuerpos. “Los papás caminaban y se paraban enfrente de un VIDRIO y detrás la doctora traía cargando el cuerpecito, eran tan chiquitos… y lo ponía encima de una mesa de acero inoxidable y ahí estaba SU BEBÉ! SU BEBÉ QUEMADO!

Muchas de las víctimas tenían entre el 60 y 80% del cuerpo quemado FOTO: Especial
No pueden imaginarse lo que se vivió ahí, era el crujir de dientes, el abismo, el infierno, lo peor de lo peor. No eran llantos. Los sonidos de qué hacían padres eran AULLIDOS, un grito entre dolor y llanto que jamás he vuelto a escuchar, era su cuerpo que se estremecía, era un grito que salía de las entrañas, era insoportable ver eso. Las mamás y papás se pegaban al vidrio, los nombraban, les decían DESPIERTA hijo, hija, les daban besos al vidrio, rogaban, suplicaban que querían tocarlos, cargarlos; otros golpeaban cosas NI SIQUIERA PODÍAN ABRAZARLOS, los niños todavía con sus calcetincitos o sus trencitas, su ropita, había niños que solamente estaban ahí sin vida, parecían dormidos, sin quemaduras, una que otra en su carita pero había otros niños que estaban completamente calcinados, pero se les veía su naricita, sus manitas, se veía que eran ellos, los papás se abrazaban entre ellos querían abrazar a su hijo no se les permitía”.

Olga tuvo la oportunidad de hablar con algunos padres y madres. “Me decían cómo se sentían en ese momento, las mamás se echaban la culpa decían que por ambición, por quererles dar mejor vida a sus hijos entraron a trabajar y que eso los había mandado derechito a la muerte. Los papás se cuestionaban el por qué nunca habían revisado bien las instalaciones del lugar, había mucho dolor, culpa, algunos me decían abiertamente sus deseos de quitarse la vida y yo trataba de recordarles el resto de los hijos que valía la pena vivir por ellos; aunque sea les pedía que vivieran las próximas 48 horas para enterrar a sus hijo”.

Una vez pasada esta parte, las familias eran obligadas a cumplir con trámites legales, mientras escuchaban afuera a otras personas que, como ellos, recorrerían el doloroso camino que acababan de vivir. La jornada terminó cerca de las 3:00 horas del 6 de junio, pero para la psicóloga todo había cambiado.

“Vi a los niños así muertos, calcinados, víctimas de una muerte horrible porque después tuve una reunión con amigos pediatras del Hospital de Morelos y me dijeron que esa muerte era una muerte muy dolorosa y muy lenta que era una de las dos muertes, más dolorosas que existían”, señaló

Por otro lado, la especialista tuvo la oportunidad de hablar también con las maestras que estuvieron en la tragedia a quienes calificó como personas con duelos múltiples que recordaban cada aspecto de los niños y niñas que cuidaban. “Ellas son unas héroes, las vi desgarrarse no por uno por TODOS los niños que eran sus hijos de 7 a 4 pm. De lunes a viernes”, escribió. La tragedia acababa de suceder, pero las secuelas apenas comenzarían.

“La mayor tragedia infantil de México”

La Guardería ABC no contaba con los requerimientos mínimos para atender un incendio FOTO: Especial
El incendio fue calificado como “la mayor tragedia infantil de la historia de México” por un reportera en el documental “ABC, nunca más”, pues, poco más tarde, se daría a conocer que las víctimas del incendio tenían entre 0 y 4 años de edad.

En las imágenes de ese 5 de junio es posible observar el rostro desencajado de los padres, quienes esperaban afuera del recinto sin entender que había sucedido. Durante meses, el caso estaba lleno de incógnitas; sin embargo, un reporte del Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) publicado el 4 de junio de 2021 detalla que la guardería contaba con irregularidades lo suficientemente graves para que la tragedia fuera inevitable. Entre ellas:

Falta de detectores de humo
Ausencia de señales de evacuación
No contaban con el mínima cantidad de extintores
Falta de salidas de emergencia
“Si la guardería hubiera cumplido con la normatividad y con los requisitos de seguridad, los daños

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